ESQUINA DEL PASTOR
Cuarto domingo de Adviento: 22 de diciembre
Queridos hermanos y hermanas,
La semana pasada terminé hablando del Buen Pastor que viene a consolarnos. Este tiempo me ha encontrado muy reflexiva, ya que he estado un poco nostálgica recordando de dónde vengo y contemplando dónde estoy ahora. Puedo decir que San José es mi hogar. Digo reflexiva porque la palabra de Dios revela tanto de lo que Él hace en nuestras vidas que no podemos evitar ver su aplicación en los sucesos cotidianos. La hija, sobre la que escribí la semana pasada, busca consuelo después de la muerte de su madre; el funeral se celebró hoy, miércoles, mientras escribo este artículo. Fue reconfortante para mí, escuchar el elogio que se dio. Una mujer de 90 años, que fue la última de su generación, fue testigo de generosidad y amor. Ella y su esposo ya habían hecho los arreglos para su funeral hace años y facilitaron mucho a sus hijos la planificación y celebración del funeral, pero aún así sigue siendo emocionalmente difícil. Al salir del cementerio de la Misión de San Fernando, pasé por muchas de las tumbas de las personas que he conocido y he enterrado durante estos últimos 21 años. La pareja que vino la semana pasada con un matrimonio roto me hizo reflexionar sobre las muchas parejas a las que he preparado para el matrimonio, he aconsejado en sus luchas, he celebrado el nacimiento de hijos, he bendecido nuevos hogares, autos, biblias, rosarios, he celebrado aniversarios de bodas, muertes e incluso he ayudado a algunos a atravesar anulaciones. “Consolad, consolad a mi pueblo, dice nuestro Dios”. Mientras celebraba el noveno aniversario de la muerte de mi padre y me acercaba el tercer aniversario de la muerte de mi madre, recordé cómo tantos me consolaron y compartieron mi propia tristeza como lo he hecho tantas veces con tantos otros. Cuando Juan el Bautista estaba en prisión, esperando su ejecución, envió a sus discípulos a preguntarle a Jesús si él era el indicado. Jesús respondió: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Dios se ha metido en nuestra piel y nos ha mostrado compasión. Él viene a nosotros en medio de nuestras circunstancias de vida muy reales. Somos testigos de todo esto. El nacimiento del niño que se anuncia a María y José ha venido a dar testimonio de que el reino de Dios está aquí. Para vivir el Misterio de Navidad, debemos dar testimonio del reino de Dios al participar en él. Debe ser evidente que hemos sido sanados, que vemos con claridad en medio de un mundo confuso y mostramos compasión a nuestros vecinos que están luchando. Nuestra alegría viene de conocer al Señor. La buena noticia anunciada por el arcángel Gabriel es: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”.
¡Él viene!
Padre Steven J. Guitron
Pastor